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En el mundo hay casi 44 millones de desplazados internos y refugiados por las guerras y los desastres naturales. De éstos, 27,5 millones se encuentran en su país mientras que el resto, ha huido a otros países. Estas cifras fueron presentadas el pasado 20 de junio por la Organización de las Naciones Unidas, ONU, con motivo del día mundial del Refugiado. La mitad de los desplazados se concentran en cinco países (Colombia, Sudán, Irak, República Democrática del Congo y Somalia) y el 60% de refugiados proceden de los territorios palestinos, Afganistán, Irak, Somalia y la República Democrática del Congo.
Colombia es, después de Sudán, el país con más personas desplazadas internas del mundo: cerca de 4 millones. Sólo el año 2008, hasta 380.000 personas tuvieron que huir de sus hogares, un aumento de más del 24% respecto al año anterior, según datos de Amnistía Internacional. Se trata de personas que han huido de sus hogares pero que han continuado en su país de origen en lugar de buscar refugio en el extranjero. Huyen de la violencia derivada de los más de 45 años de conflicto armado interno: muchas de ellas han sido sometidas deliberadamente a acosos por parte de la guerrilla, los paramilitares y las fuerzas de seguridad en el marco de las estrategias que tienen por objeto expulsar a comunidades enteras de zonas de importancia militar, estratégica o económica. La mayoría de los desplazados son miembros de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinos.
Uno de los municipios con más desplazados internos de Colombia es Buenaventura, en el Valle de Cauca, con cerca de 60.000 personas inmersas en este drama. El trauma del desplazamiento es especialmente profundo para las mujeres. Muchas han perdido sus parejas en el conflicto y deben mantener a sus familias en condiciones muy difíciles.
Por otra parte, se calcula que hay cerca de 500.000 personas de Colombia desplazadas a países vecinos, como Venezuela, Panamá y Ecuador. Un ejemplo son los cientos de indígenas de origen étnico Ember que escapan cada año en Panamá. Pero el gobierno de este país no les reconoce como refugiados sino que les concede el estado de protección temporal, una condición que supone tener menos derechos que los desplazados. Hace más de diez años que viven en una especie de limo, sin derecho a moverse libremente por el país. La supervivencia de esta etnia-y la de una treintena más de poblaciones indígenas de Colombia-está gravemente amenazada debido a los desplazamientos forzados, los asesinatos y amenazas que reciben desde hace años por parte de los protagonistas del conflicto interno en su país.