México ya tiene su revolución 2.0. El movimiento que la ha puesto en marcha se llama #Yosoy132. Y se define como apartidario (que no apolítico), pacífico y sin líderes, como un lobby ciudadano que lucha “por una democracia auténtica”. #Yosoy132 promueve, de cara a las próximas elecciones presidenciales del 1 de julio, un “voto informado y reflexionado”. Sus miembros no apoyan a ningún candidato político. Denuncian la “democracia ausente”. Luchan por la pluralidad y la libertad de expresión. Sus grupos de trabajo temáticos y regionales crecen a una velocidad impresionante. #Yosoy132, su expansión, sus mutaciones, se cocinan en Internet. Tienen incluso una red social propia. Y los partidos políticos clásicos, principalmente el Partido Revolucionario Institucional (PRI), favorito para ganar las próximas elecciones, no han entendido el movimiento.
¿Un deja vú mexicano de la #SpanishRevolution? ¿Se podría comparar sin forzar el ángulo el surgimiento del 15M en España en 2011 con el nacimiento en México de #YoSoy132? ¿Podría considerarse este nuevo movimiento una nueva mutación del 15M español, de Occupy Wall Street en Estados Unidos o de los estudiantes de Chile? Salvando la distancia en algunos detalles, la respuesta sería sí.
Evidentemente, la chispa que provocó el nacimiento #Yosoy132, un enfrentamiento en la Universidad Iberoamericana con el candidato del PRI Enrique Peña Nieto, no se puede comparar con las acampadas de España. Algunas reivindicaciones, como el apoyo a los periodistas asesinados por el narcotráfico o la lucha encarnada contra el monopolio mediático de Televisa, son muy locales. Pero la narrativa, el lenguaje y la gramática de acción política de #YoSoy132 beben directamente del año de las revoluciones 2.0.
De momento, #YoSoy132 ha desmantelado el favoritismo del derechista Peña Nieto. Ha roto el monopolio de debates y coberturas de las elecciones. El 1 de julio, la política clásica mexicana puede llevarse una sorpresa. El candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, se acerca peligrosamente a Peña Nieto. Mientras, los miembros de #Yosoy132 denuncian una dura represión. Incluso ataques físicos, como el sufrido hace unos días en Tlanepantla, donde varios miembros del movimiento fueron insultados, agredidos y detenidos.
Como el movimiento 15M, #YoSoy132 tampoco tiene una lectura lineal. Y no ha surgido de la nada. Mucho menos del conflicto concreto en la Universidad Iberoamericana con Peña Nieto del 11 de mayo. Aquel vídeo de los 131 estudiantes mexicanos identificados por la policía que provocó el nacimiento del #YoSoy132, fue apenas una anécdota. Un catalizador. El emblema alrededor del cual creció un nuevo poder político agregador y distribuido.
Algunos medios afines consideran #YoSoy132 como heredero del levantamiento zapatista de 1994, de las huelgas universitarias de 1999 o de la lucha histórica de los profesores en Oaxaca. Sin embargo, la prensa clásica de izquierdas de México parece que tampoco ha entendido que #YoSoy132 es un movimiento nuevo, diferente, cocinado en red, incluyente, conectado con el mundo. Y totalmente imprevisible.
Pocos medios han destacado la influencia en acciones activistas de los últimos años que tuvieron Internet y las redes como campos de batalla. Sin negar la influencia de las luchas clásicas de los movimientos mexicanos, la raíz cercana de #YoSoy132 la deberíamos buscar en #InternetNecesario (que desde 2009 lucha por la democratización de Internet), #Wiriruta (contra la construcción de una mina), #GuarderiaABC (contra el incendio de una guardería) y #15×15 (contra la violencia en Ciudad Juarez). Los medios tampoco citan a Reelige o castiga, que lleva años luchando a favor de la transparencia y la reforma política.
El activista Aram Barra, de la ONG Espolea, reconoce a ElDiario.es que “las redes como herramienta del cambio social han llegado a México para quedarse”. “En un país donde la información ha estado históricamente monopolizada por un puñado de personas –matiza Aram– Internet y las redes sociales han jugado un papel decisivo en el cuestionamiento, el debate e incluso la movilización de personas e ideas divergentes”. Rosa Salazar, de la Agenda Social y Política de las y los Jóvenes 2011-2021, tiene muy claro que #Yosoy132 es un movimiento “nodal, descentralizado y en red”.
Salazar, que participa en la articulación de #YoSoy132, recalca la influencia de movimientos como el 15M, Occupy Wall Street o incluso de las recientes movilizaciones de los estudiantes de Quebec: “La influencia se ve en las acciones y movilizaciones, en los manuales para organizar mítines y manifestaciones, para hacer tomas y registros digitales de las violaciones de derechos en los actos, en la forma en que se transmiten las comunicaciones, las redes, los blogs… “.
A pesar de que #YoSoy132 ha tenido inspiraciones 2.0 recientes, es innegable la influencia directa del levantamiento zapatista de 1994. La narrativa que el subcomandante Marcos creó para el movimiento zapatista anticipó algunas estrategias y ejes de las revoluciones de 2011. Marcos intentó crear un movimiento apartidario del 99%. Su discurso era agregador (“tras los pasamontañas no estamos nosotros, están ustedes”), horizontal (“yo soy subcomandante, el verdadero comandante es el pueblo) y transversal (“Marcos es gay en San Francisco, negro en Suráfrica, asiático en Europa, anarquista en España, palestino en Israel…”). Sus encuentros intergalácticos anhelaban esa revolución planetaria, distribuida e interconectada contra el neoliberalismo.
Pero en México, fuera de las montañas de Chiapas, el neozapatismo no fue comprendido. El mito de Marcos mató su sueño sin líderes. Y muchos no le perdonaron que no apoyara a López Obrador en las elecciones de 2006. Los zapatistas lanzaron en 2005 La Otra Campaña, una especie de frente popular de movimientos que recorrió el país reforzando vínculos. Pero para decepción de la izquierda mexicana, el ‘apartidario’ Marcos no pidió el voto para López Obrador. Felipe Calderón sacó un estrecho margen de votos (0,56%) a la izquierda. Y aunque AMLO denunció un fraude electoral y estableció un Estado paralelo en el Zócalo de Ciudad de México durante meses, la izquierda se quedó a las puertas del poder. El sueño de lobby apartidario de Marcos y su rebelión intergaláctica de pueblos conectados chocaron de frente contra la democracia vertical de México.
Curiosamente, #Yosoy132 utiliza una narrativa muy similar a la del subcomandante Marcos. Lo que ocurre es que ese grito de ”todos los oprimidos bajo la misma lucha” de #YoSoy132, en la era de YouTube, con una identidad colectiva que no necesita de pasamontañas, ha expandido el virus apartidario(que no apolítico) como hubieran querido los zapatistas. Además, el hecho de que haya nacido en la capital y en el seno de la clase media también dota al movimiento de más fuerza. Curiosamente, el AMLO que nunca perdonó el gritoapartidario de Marcos puede ser el gran beneficiado del canto coral de #YoSoy132.
Lo más interesante es que pase lo que pase en las elecciones presidenciales, México ya tiene una nueva gramática política cocinada en red que poco a poco cambiará las reglas del juego, impondrá agenda y forzará debates.