Repetir por favor, repetir hasta la saciedad este discurso, para que todos nosotros, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos hasta que la memoria nos alcance, comprendan que no hay camino posible que el de la concienciación humana y el respeto a la vida.
No hay alternativa ni valor humano que supere el respeto que este le debe a la tierra que pisa, ni hay negociación posible que sirva para exigir la paralización total de la destrucción del planeta.
Los gobiernos no sirven, las políticas están compradas, los organismos vendidos a las multinacionales y la justicia arrinconada en la trastienda de un sistema corrupto y lleno de carcoma.
Se precisa urgentemente que el ser humano reaccione por el mismo sin pastillas, sin espectáculos ni farándulas, sin autoengaños políticos ni religiosos.
La tierra pide socorro y sus habitantes deben reaccionar como individuos, no como masa dirigida por oligarquías y programas.
El planeta necesita compromiso personal y no firmas y convenios con fecha de inicio y caducidad.
Este es un discurso que jamás pasará al olvido, porque de hacerlo significará que la Tierra ha tocado fondo sin remedio.
Quien ame la vida, está obligado a vivirla, lo demás ya no tiene importancia.