Cuando el Banco Mundial presentó hace pocos días un nuevo estudio sobre el impacto del alza de los precios de los alimentos que anunciaba 44 millones de nuevos pobres desde junio de 2010, la misma pregunta se repitió en cada esquina del planeta: ¿quién va a poner coto a esto?
Cada nuevo espasmo en los precios provoca una verdadera huida hacia delante de los principales actores de este mercado, ya sea restringiendo sus exportaciones, confirmando sus irresponsables políticas de biocombustibles, sacando tajada en los mercados financieros o acelerando la compra de tierras productivas. Paradójicamente, el problema que tenemos en este momento es un exceso de instituciones responsables de estos asuntos, ninguna de ellas con un mandato claro sobre el conjunto del problema o con el poder para reclamarlo. A menudo, se trata de organizaciones redundantes con una incapacidad crónica para ponerse de acuerdo entre ellas. Les menciono solo algunas de las principales:
- La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) realiza recomendaciones y desarrolla programas directamente vinculados con este problema. Una burocracia kafkiana y un presupuesto limitado han minado considerablemente su credibilidad.
- El Banco Mundial, la agencia financiera de desarrollo, suple las carencias de gestión y presupuesto que padece la FAO, pero sus recomendaciones políticas a lo largo de las tres últimas décadas (liberalización unilateral de los países pobres y abandono de la agricultura por parte del Estado) han sido mucho más parte del problema que de la solución (aunque eso parece haber cambiado en los últimos años)
- El PMA (Programa Mundial de Alimentos) es el organismo de las Naciones Unidas que se ocupa de la distribución de alimentos en situaciones de emergencia temporal o crónica. Su importancia es evidente, aunque desde los años 80 ha consolidado la reputación de ser "el brazo humanitario" de las políticas agrarias de Europa y, muy particularmente, de los EEUU. Ambas potencias exportadoras han utilizado al PMA como canal de sus excedentes alimentarios, dañando gravemente la capacidad productiva de los países pobres.
- La OMC (Organización Mundial del Comercio) es el Club de Fumadores de los lobbies agrarios de la UE y los EEUU. Su incapacidad para poner coto al proteccionismo y las exportaciones subvencionadas de los ricos, que tanto han dañado la producción de alimentos en el mundo en desarrollo, solo es comparable con su celo liberalizador en los países pobres. Sin embargo, tiene una rara virtud: es la única de estas instituciones con verdadera capacidad coercitiva para hacer cumplir sus reglas.
Si a estas cuatro le añaden el sinfín de organismos nacionales y regionales que se ocupan de la producción, comercialización y reparto de los alimentos en los países pobres, el caos está garantizado.
A menos que el G20 establezca un árbitro capaz para todas ellas, el futuro será la misma jaula de grillos en la que hemos vivido hasta ahora. Se ha hecho un primer esfuerzo tratando de dotar de estas capacidades al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la ONU, pero su eficacia en los asuntos más delicados está aún por determinar.
Tal vez, como sugiere nuestro colaborador JOSÉ ESQUINAS en esta entrevista, la solución se encuentre en planteamientos bastante más radicales.
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