AcampadaSol ha terminado. Mejor dicho, se ha expandido: ha demostrado que, en una época en la que nos hemos blindado tanto que hasta los más terribles sucesos a escala mundial tienen una duración en atención de los medios que llega como máximo a los tres o cuatro días, podía mantenerse el pulso de la sociedad en torno a una idea, a la exigencia de un cambio, durante prácticamente un mes.
Quedarse a dormir en una plaza no es una tarea sencilla ni cómoda. Organizarse en ella tampoco. Si además tienes que aguantar que mientras señalas a la luna, muchos se queden mirando al dedo, peor. Han tenido que soportar descalificaciones e insultos: se ha dicho de ellos que olían mal, o incluso que había ratas, piojos y cucarachas: MENTIRA. Simplemente FALSO, como pudo comprobar cualquiera que tuviese la decencia de, antes de repetir tópicos interesadamente divulgados, pasarse por allí y mirar lo que había. Se pretendió que eran comandos organizados y mediatizados por todo tipo de intereses políticos. Se dijo que eran la ruina de los comerciantes, cuando éstos se dividían entre los que apoyaban directamente el movimiento e incluso permitían el acceso a la electricidad, al agua o algo tan sencillo como un cuarto de baño, y los que pretendían sacar tajada de la subvención de turno.
He visto hasta viejecitas residentes en la zona bajar de su casa con termos de café para los acampados. Hasta les han pegado: les pegaron en Barcelona, en Lleida, en Valencia, en Madrid, en Salamanca… pegaron a personas completamente pacíficas, que en ningún momento hicieron el más mínimo ademán violento.
Se les atacó por hablar de política en las asambleas, por discutir ideas, cuando lo único que pretendían era recuperar la política para los ciudadanos, para esos ciudadanos que habían visto como esa misma política se convertía en un teatrillo cutre e impresentable en manos de unos políticos que ya no les representaban. Personas supuestamente inteligentes se han dedicado a intoxicar diciendo que el movimiento 15M defendía un programa político determinado, cuando en realidad, cualquiera podía entender que en ningún momento nadie en su sano juicio pensó en cambiar la democracia – gobierno del pueblo – por una “culocracia” – gobierno del primero que llega y pone su culo en una plaza. No, nunca se trató de hacer algo así. En ningún momento se pretendió representar a nadie más de los que estaban allí: solo se trataba de recuperar la política, de acercarla a la plaza, a las personas, a los barrios. Si dejaste de sentirte representado porque veías determinadas ideas en las asambleas de las acampadas, te equivocaste, te quedaste mirando al dedo. No pasa nada, todos nos podemos equivocar.
No, las acampadas no han sido perfectas. Pocas cosas lo son. Ha habido errores de comunicación o incluso verdaderas barbaridades momentáneas, como amenazas a una periodista porque no te gusta la línea editorial de su medio cuando la periodista no es más es que una trabajadora más. A medida que las acampadas se prolongaron, pasaron a tener infiltrados de todo tipo, a dejar entrever conflictos de intereses o a difundir posturas a veces radicales o directamente extravagantes. Pero es que entre tanta gente sometida a circunstancias poco habituales, siempre hay errores, ¿cómo no los va a haber? Es, pura y simplemente, naturaleza humana, esa de la que todos estamos hechos.
Ahora, sabemos donde estamos. Un mes después de la manifestación del 15M, una amplísima mayoría de la población se identifica o apoya a los llamados “indignados” (ver
Barómetro de Metroscopia en El País y
Barómetro de primavera del GESOP en El Periódico). Decenas o cientos de miles de personas están preparados para tomar las calles en cuanto sea necesario, cuando algo refuerce su indignación, y la temperatura sigue subiendo cuanto más tiempo pasan los políticos haciendo caso omiso de las reivindicaciones. Una nueva ley electoral, políticos transparentes, preparados y no corruptos, separación efectiva de poderes, y controles ciudadanos para la exigencia de responsabilidad política. Es FUNDAMENTAL emprender la segunda transición, la transición 2.0: adaptar la democracia a la nueva sociedad participativa.
La siguiente cita, el día 19 de junio. El próximo domingo, a las siete de la tarde. Allí debemos estar, para demostrar que este país sigue exigiendo cambios, y que no vamos a parar hasta que los veamos. Hasta que los políticos comprueben que esto no es algo que desaparece dejándolo pasar, por aburrimiento o por intoxicación. Que están obligados a hacer cambios. Que aunque ya no haya acampadas, seguimos aquí.
Manifestación a medianoche por Gran Vía #acampadasol 12/06/2011